“No siempre puedes tú solo, no tienes por qué saber de todo”
A veces nos metemos en una espiral de la que no sabemos salir solos y necesitamos la ayuda de otros para darnos cuenta de lo que realmente sucede. Sin embargo, no siempre sabemos identificar cuál es el momento o razón por la que debemos buscar ayuda profesional.
En ocasiones no es tan sencillo detectar que existe un problema, lo único que sentimos es malestar, inconformidad o sufrimiento. E incluso cuando se llega a identificar el problema a veces no es tan simple solucionarlo, en el sentido que posiblemente no dependa de una decisión de la conciencia. Por ejemplo, para Jack Nickolson, en la película Mejor Imposible (As Good As It Gets), no es tan sencillo como proponerse que a partir del próximo lunes va a dejar a un lado sus obsesiones, y dejará de lavarse las manos 10 veces antes de acostarse. Existen también resistencias inconscientes que bloquean lo que nos proponemos. Es por esto que resulta difícil lograr un cambio a este nivel, aunque nos lo propongamos.
En algunos casos, la visita a al psicólogo llega cuando te encuentras verdaderamente mal y las limitaciones en tu vida cotidiana son más que significativas.
Para ir al psicólogo, es suficiente con que se produzca una sola de las situaciones que aquí abajo se explican. Así lo afirma la psicóloga María Jesús Álava Reyes, fundadora del Centro de Psicología Álava Reyes, y autora de «La inutilidad del sufrimiento» (La Esfera de los Libros), el libro de psicología más vendido de España (300.000 ejemplares).
, asegura esta especialista.
«La gente no sabe cómo dejar de sufrir, cuando en más de un 95% de las veces, sufrimos inútilmente»
, asegura esta especialista.
Estos son los síntomas que indican la necesidad de acudir a un experto:
1. Usted siente que no tiene control sobre su día a día (acontecimientos diarios).Si sientes que tienes problemas con el control o falta de control de tu entorno, relaciones, emociones o si las decisiones no son tuyas sino inducidas por otras personas o por el entorno.
2. Empieza a somatizar (Diversos dolores, en función de las características de cada persona) o a tener ataques de ansiedad(presión en el pecho, aceleración del ritmo cardiaco, hiperventilación o respiración muy superficial y acelerada, sudoración...).
3. No tiene control sobre las emociones(Llanto, rabia, angustia, tristeza, desolación, sentimientos de impotencia, desesperanza...)
4. Se encuentra en una situación límite, que no sabe resolver o no tiene fuerza para afrontar (Problemas graves de pareja, hijos o trabajo).
5. Siente que su área emocional le arrastra y no es capaz de analizar las cosas con objetividad y actuar inteligentemente.
6. Está lleno de pensamientos negativos, catastrofistas, obsesiones o fijaciones... que le impiden vivir la vida con normalidad.
7. Desea que la vida se acabe y siente que no tiene sentido su papel en este mundo.
8. Siente una agresividad que es incapaz de controlar, y sabe que puede desencadenar en situaciones límite.
9. Piensa que todo el mundo está en su contra.
10. Tiene grandes dificultades para descansar, conciliar el sueño, desconectar de situaciones, y no puede vivir la vida con normalidad.
En definitiva, concluye Álava, «no hace falta estar en una situación excepcional o extrema. Cuando usted sienta que necesita ayuda en su vida diaria porque no sabe cómo afrontar la situación que está viviendo, ahí es donde es aconsejable recibir tratamiento».
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