La Guía Latinoamericana de Diagnóstico Psiquiátrico es un intento de optimizar el uso y la utilización del Capítulo de trastornos mentales de la 10ª revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10; World Health Organization [WHO], 1992a), por tanto comporta una evaluación crítica de los estándares internacionales y la formulación de un modelo de evaluación y formulación diagnóstica, particularmente pertinente para Latinoamérica y que incluya ajustes a la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales, con base en la apreciación de la realidad y necesidades latinoamericanas
En cierta medida, la GLADP culmina una etapa, que se inaugura con las contribuciones de José
Leme Lopes (1954) en Brasil y las de José Horwitz y Juan Marconi (1966) en Chile, y que representa
los esfuerzos de la psiquiatría latinoamericana por refinar sus modelos de clasificación y diagnóstico.
Representa también un reconocimiento a los esfuerzos pioneros de los nosólogos latinoamericanos
que, como Carlos Acosta Nodal (1975) en Cuba, J. C. Lucena (1963) en Brasil, Carlos León (1986)
en Colombia y muchos otros en diferentes esquinas de la región latinoamericana, han creado las
circunstancias propicias para el desarrollo de un modelo diagnóstico regional
IMPORTANCIA DE LA CLASIFICACIÓN Y DEL DIAGNÓSTICO SISTEMÁTICO EN PSIQUIATRÍA:
Desde que Feighner y el grupo de la Universidad de Washington en San Luis Missouri (Feighner y
Cols., 1972) publicaron sus criterios diagnósticos para uso en la investigación psiquiátrica y que
culminaron con la publicación de la tercera edición del Manual de Diagnóstico de la Asociación
Psiquiátrica Norteamericana (DSM-III) (American Psychiatric Association, 1980) grandes recursos
se han dedicado al incremento de la fiabilidad del diagnóstico en psiquiatría. El éxito de este esfuerzo
refleja la necesidad de la especialidad por incrementar su carácter científico y por impulsar la comunicación internacional entre sus especialistas, homogeneizando considerablemente lo que parecía
una práctica diagnóstica poco fiable a finales de los años 60 (ver p. ej., Cooper y Cols, 1972; Kendell
y Cols., 1971).
La transición que se opera entre la segunda y la tercera edición de la clasificación norteamericana
(American Psychiatric Association, 1968; 1980) es considerable y se caracteriza especialmente por
la incorporación en el modelo diagnóstico de refinamientos importantes. Tales refinamientos incluyen, entre otros, el uso de pautas operativas como lineamientos para la descripción de cada trastorno,
así como la formulación del diagnóstico respectivo a lo largo de dimensiones o ejes considerados
críticos para una adecuada descripción de la condición clínica del paciente
Con la publicación de la 10ª revisión de la clasificación de la Organización Mundial de la Salud
(WHO, 1992a) y la 4ª edición de la adaptación norteamericana (APA, 1994) expertos de países
altamente desarrollados y con importantes recursos humanos y materiales han producido –con la
participación de especialistas de países menos desarrollados –clasificaciones diagnósticas oficiales propuestas como universales en la especialidad. Sin embargo, estos sistemas, pese a los enormes
esfuerzos de sus creadores, parecieran no ser suficientes para reflejar las maneras idiosincrásicas de
experimentar una enfermedad y las necesidades clínicas particulares de la población latinoamericana. Debe reconocerse que, aunque la investigación empírica en esta región está emergiendo recientemente, la experiencia diaria de sus clínicos es un recurso que no puede ser ignorado
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