De la psicología criminal se han enunciado innumerables conceptos, dependiendo de la orientación teórica de quienes los formulen. Mi propia definición “académica” (si se me permite la expresión) sería ésta: la psicología criminal es aquella rama de la psicología incardinada en la ciencia criminológica que se ocupa de estudiar y explicar la génesis del delito, la personalidad y motivaciones del delincuente y aportar medidas para su prevención, control, tratamiento y reinserción.
Pero a nosotros, pragmáticos como nos corresponde ser por nuestra profesión, nos interesa únicamente un concepto o idea que sirva para ilustrarnos con sencillez y claridad.
Por ello he optado por una sencilla: desde mi punto de vista, la psicología criminal es la ciencia que estudia el comportamiento humano en relación al delito. El ilustre Dr. García-Pablos apunta muy acertadamente que la psicología analiza el comportamiento delictivo como cualquier otro comportamiento humano normal, por estimar que no existe diferencia cualitativa alguna entre uno y otro desde el punto de vista estrictamente conductual.
Este concepto, amplio y no restrictivo, permite incluir en el ámbito de esta disciplina no solo el estudio de la conducta del delincuente, sino también el análisis de todo aquello que rodea el hecho criminal, a pesar de la corriente de pensamiento actual, que, sin embargo, opta por separar la psicología criminal (o criminológica, utilizando un término más preciso) de otras ramas de la psicología que tradicionalmente han venido formando parte de su tronco común, tales como:
La psicología jurídica o legal (aquella que se ocupa de estudiar los principales fenómenos psicológicos relativos al proceso judicial, tales como testimonio, percepción, memoria; así como la psicología de todos los intervinientes en el proceso: jueces, policías, testigos, imputados,...).
La psicología forense (íntimamente relacionada con la anterior, se encarga del peritaje psicológico mediante la evaluación de áreas tales como la psicopatología, la capacidad intelectual, la personalidad, el riesgo de reincidencia o el grado de sinceridad).
La penitenciaria (dedicada a estudiar el comportamiento de los reclusos y la influencia de la privación de libertad sobre el mismo).
La policial (lo que yo denomino la investigación psicológica del delito, terreno en el que me muevo).
Esta clasificación, en modo alguno cerrada, puede resultar polémica, ya que dada la tendencia a la superespecialización imperante en la actualidad, ciertas ramas de la psicología criminal reclaman su “independencia”, debate estéril y sin demasiada importancia a mi juicio.
Dado nuestro común interés profesional, nosotros nos centraremos obviamente en aquellos aspectos de la psicología criminal más directamente relacionados con la actividad policial y de mayor aplicación práctica en aquella.
No obstante, me parece conveniente presentar estas nociones generales sobre el tema con el ánimo de despertar, cuando menos, la curiosidad sino el interés por algunas cuestiones sobre la génesis del delito y del delincuente, y fomentar la reflexión y el debate sobre ellas.
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